Quise dedicarme a la noble ciencia, pero me faltaba inteligencia. A la
matemática no le tuve paciencia y, perdido por mi falta de experiencia, entré
en rápida decadencia. Hoy de dinero tengo ausencia, el bolsillo clama
¡urgencia!, me alimento con alguna menudencia. Este estado de indigencia se debe
a mi entera negligencia. Si te apiadas de esta contingencia y perdonas mi
impertinencia, practica conmigo la beneficencia porque, como sabes, tengo buena
presencia y puedo llegar a una gerencia, quizás a una intendencia o, ¿por qué
no?, a la mismísima presidencia.
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